Cuando hablamos de salud, ésta puede ser individual, familiar, comunitaria, de grupos específicos por ingresos económicos, edad, discapacidad y otras decenas de divisiones más. No obstante, la salud en los privados de libertad es parte del sistema de salud invisibilizado, que sale a relucir únicamente cuando hay huelgas de hambre, a través de comunicación de familiares o bien porque alguien fallece dentro o fuera de la cárcel, como producto del descuido de las autoridades y del cumplimiento fiel y ético de la profesión del médico, cuyo compromiso es con su paciente, independientemente quién sea o el crimen o no que haya cometido. La situación de salud de estas personas es un problema de salud pública que requiere transformación prioritaria.
En Nicaragua tenemos 21 personas de 60 a 79 años como presos políticos, la población total de la tercera edad no es posible conocerla, no obstante, la tomaremos como ejemplo para este artículo ya que el respeto y cumplimiento de la protección de sus derechos humanos es una obligación del gobierno y esta abarca como mínimo el derecho a la alimentación, salud, salubridad e higiene, así como la disponibilidad de servicios de salud, a no vivir en condiciones de hacinamiento, el derecho a la separación entre sindicados (acusado sin juicio) y condenados, y el derecho a la resocialización. El Estado debe garantizar las acciones individuales y colectivas que permitan mantener la salud, prevenir la enfermedad, tratar eficaz y oportunamente las enfermedades que padezcan los individuos en prisión y mejorar la calidad de vida.
Las condiciones penitenciarias y más la forma inadecuada que se administra en Nicaragua, con una política criminal punitiva o de castigo, favorecen un exacerbado envejecimiento físico como cognitivo (percepción, memoria o lenguaje), afectando más a las personas mayores y mujeres, algunas con discapacidad. Además, se genera un mayor desgaste emocional para el recluso y más cuando se encuentran privados de las visitas de sus familiares, este deterioro de su red social crea sentimientos negativos, de alto riesgo, como la soledad, la tristeza, la añoranza, la desesperanza, los pensamientos negativos sobre su futuro, aparición de ideación suicida, e incluso, del suicidio como la única escapatoria a la situación experimentada en las prisiones. Para tener una idea, en la cárcel una persona de 50 años es como una de 60 años que está fuera.
A esto hay que sumar los abusos sexuales, psicológicos, físicos, o bien, negligencias. Aproximadamente la mitad de los presos mayores padecen o han padecido un trastorno mental, prevaleciendo sobre ellos, los trastornos del estado del ánimo, donde poseen un riesgo de padecer de trastorno depresivo 50 veces superior al de personas integradas en su comunidad. Además, las enfermedades crónicas que ya tienen o que aparecen, como la hipertensión, la hepatitis C, afecciones respiratorias, el VIH, enfermedades hepáticas, entre otras muchas, son más vulnerables a las infecciones agudas como la gripe o la neumonía.
Pero, además, las situaciones empeoran si se asocian al género, al constituir otro factor de riesgo e implicar una doble vulnerabilidad: por ser mayor y por ser mujer. Ellas presentan altas tasas de trastornos mentales (trastornos depresivos, ansiedad con ataques de pánico, estrés postraumático y drogodependencias), a menudo vinculados, con experiencias traumáticas anteriores. Los trastornos psiquiátricos son 7 veces mayores en las personas que se encuentran privadas de la libertad que en la población general. A esto se suma los problemas nutricionales e inocuidad de los alimentos, deficiencia en cantidad y calidad de los alimentos sin control sanitario, consumo de agua sin tratamiento adecuado, plagas en dormitorios y brotes de enfermedades que pueden ocurrir dentro de las instalaciones penitenciarias y falta de acceso a servicios de salud. Es terrible la capacidad que posee el ser humano para causar daño y sufrimiento, lo cual es una vergüenza para nuestro país, pero también las y los presos políticos han demostrado capacidades ilimitadas que posee el ser humano, para crear las formas más insólitas para resistir, para soportar y salir adelante de las peores situaciones, a pesar de lo injusto, uno siente uno orgullo patrio.